Los ciclistas y los equipos pasan. Pero el Diablo del Tour permanece. Es inmortal. Didi aparece cada año en la ronda gala y también emerge desde las tinieblas para goce de los participantes de L’Étape by Tour de France Series.
Su porte es inconfundible. Disfraz de diablo con cuernos, barba blanca poblada y un tridente. Le vemos en las cunetas animando a los ciclistas. Y saltando. «Un demonio, por supuesto, siempre debe ser salvaje y saltar. Y eso es exactamente lo que hago», ha dicho en alguna ocasión Dieter Senft, más conocido como ‘Didi’. Un peculiar aficionado alemán de 68 años que anima a los esforzados protagonistas del Tour de Francia vestido de belcebú desde 1993.
Solo habla alemán pero domina a la perfección uno de los lenguajes más universales: el del ciclismo. Le vemos especialmente en los puertos más duros, donde los ciclistas, en pleno trance, pedalean hacia el purgatorio. “Estoy aquí para animar a los ciclistas. Me acerco a ellos como si fuera un asistente y les indico el camino”, ha manifestado en alguna ocasión.
Idolatrado por aficionados y ciclistas
Su popularidad es asombrosa. Los aficionados quieren hacerse fotos con él y la televisión le busca para sacar buenos planos. Ya forma parte de la idiosincrasia del Tour, aunque también se deja caer en otras grandes pruebas como el Giro de Italia, la Vuelta a España o el Tour de Francia femenino, al que ha acudido en una decena de ocasiones. ¿Y los ciclistas? Pues también le idolatran. A modo de ejemplo, en los últimos años, Julien Alaphilippe recogió su tridente en plena 17ª etapa del Tour de Francia 2018. Y Chris Froome, vestido de amarillo, le hizo un ‘give me five’ mientras pedaleaba en la ronda gala de 2017.
Solo se perdió el Tour de 2014 por culpa de una operación provocada por unos coágulos en el cerebro. La muerte parecía reclamarle, pero reapareció desde el más allá para seguir marcando el camino del infierno. Y tiene cuerda para rato.
La caía del Muro de Berlín, clave
Didi fue ciclista en su juventud, pero como nació en la República Democrática Alemana (concretamente en Reichenwalde, cerca de Berlín) no pudo viajar a países occidentales ni, por supuesto, acudir como espectador a la Grande Boucle. Su suerte cambió en 1989, con la caída del Muro de Berlín. Cuatro años más tarde, Didi pudo ahorrar lo suficiente para viajar a Francia y empezar a forjar su leyenda.
Curiosamente, en su estreno (1993), ya fue reclamado por las televisiones para un reportaje en el que apareció junto a Claudio Chiappucci, al que se conocía como ‘El Diablo’. El mundo del ciclismo pensó erróneamente que Didi había acudido a la prueba para animar al escalador italiano, rival de Indurain. Pero Dieter Senft tenía otros planes más ambiciosos.
¿Y por qué escogió un disfraz tan luciferino? En plena Guerra Fría se las apañaba parar mirar en secreto la televisión de Alemania Occidental, lo que le permitió seguir el Tour. Y durante las narraciones, los comentaristas germanos hablaban de «teufelslappen» (tela del diablo) para referirse a la «Flamme Rouge» (llama roja), el famoso triángulo que anuncia el último kilómetro en las etapas. Aquello le sirvió de inspiración para su diseñar su segunda piel.
Sympathy for the Devil
Más allá de su célebre disfraz, Didit trabajó como mecánico de automóviles, mientras diseñaba peculiares bicicletas. De hecho, ha logrado diversos Record Guinness, entre los que destaca el de la bicicleta más grande del mundo. Sus mega-bicicletas han servido para promocionar grandes eventos, como el Festival de Eurovisión de 2011 y el Mundial de Fútbol de 2006, con un espectacular triciclo gigante construido con balones. Sus creaciones pueden admirarse en el museo que Dieter Senft tiene en su ciudad natal, con más de 120 bicis nada convencionales.
Hoy es una auténtica celebridad. Viaja a carreras ciclistas y actos promocionales alrededor de 100 días al año y es venerado en algunos países. Basta con decir que en Japón sus fans le reciben con pancartas y cuernecillos rojos.
«En realidad soy una persona muy tranquila y reservada», dice el Diablo del Tour. La próxima vez que lo vean en acción, les invitamos a tatarear la canción ‘Sympathy for the Devil’ de los Rolling Stones. Porque, como ‘Sus Satánicas Majestades’, el viejo Didi nunca muere.