Coronar un gran puerto de montaña es la mejor manera de llegar al cielo. Hemos escogido estos puertos por el misticismo que desprenden, por las etapas épicas que han tenido lugar y por su tradición en la ronda francesa. Quiten plato grande, suban piñón y disfruten de las vistas.
Tourmalet (2.115 metros): El Monarca de los Pirineos
El puerto, con diferencia, que más veces se ha subido en la historia del Tour (más de 80) aunque solo en dos ocasiones ha sido final de etapa. Se subió por primera vez en 1910 y Gustave Garrigou fue el único ciclista que alcanzó la cima sin bajarse de la bicicleta, recibiendo un premio adicional de 100 francos por este motivo. Eran otros tiempos y los caminos (que no carreteras) dejaban mucho que desear. Se entiende que en dialecto gascón, por cierto, Tourmalet significa mal retorno. La vertiente más conocida, desde Sainte-Marie de Campany con los famosos túneles, tiene 23 kilómetros, 6,33% de media y 1.455 de desnivel.
El mejor ciclista de todos los tiempos, Eddy Merckx, escribió una bellísima página en 1969. Con su primer Tour sentenciado, atacó en el Tourmalet, donde coronó destacado, superó el Aubisque y 60 kilómetros llanos hasta Mourenx. Su voracidad (por algo le llamaban ‘El Caníbal’) le permitieron sacar 8 minutos a sus perseguidores en meta. Nuestro Miguel Indurain también se exhibió en el Tourmalet, pero en su caso….¡bajando! En 1993 Rominger había coronado con 50 segundos de ventaja sobre el navarro. Pese a que el suizo bajaba con la precisión de un reloj, Indurain lo atrapó antes de llegar Luz Saint-Sauver, llegando a los 100 kilómetros por hora.
Alpe d’Huez (1.803): Las 21 curvas que llevan al cielo
Siempre es final de etapa y termina en el pueblo que lleva el mismo nombre, paraíso cicloturista y con un podio permanente que hace las delicias de los aficionados a la bici. Cada curva tiene el nombre de un ganador, aunque algunas tienen dos porque los vencedores se van acumulando desde 1952.
Etxabe, Iban Mayo y Carlos Sastre son los españoles que tienen su curva. El triunfo más espectacular fue el de Sastre, que sorprendió a todos con un ataque en la parte inicial de la ascensión para ganar la etapa, vestirse de amarillo y sentenciar el Tour. Dice la tradición, por cierto, que el que sale vestido de amarillo de Alpe d’Huez se lleva el Tour. Aunque no siempre se cumple. Son 13,1 kilómetros desde Bourg d’Oisans en los que hay que superar 1.073 metros de desnivel a una media de 8,19%, siendo la parte inicial la más exigente. Un detalle: Marco Pantani tiene los tres mejores tiempos de ascensión….¡A más de 22 kilómetros por hora!
Mont Ventoux (1.912): El Gigante de la Provenza
El Monte ‘ventoso’ se llama así a causa de las importantes ráfagas de viento que azotan al ciclista a medida que se aproxima a la cima, cuando queda expuesto después de la zona boscosa. Aunque geológicamente forma parte de los Alpes, es considerado a menudo como una montaña separada de ellos, a causa de la falta de montañas de altura parecida en los alrededores. Una extraña mística siempre le ha rodeado, con un paisaje lunar y sin vegetación en su parte más alta. No en vano, Petrarca la ascendió en 1336 para inspirarse.
Los 21,5 kilómetros al 7,22% de media lo han visto casi todo. Tom Simpson falleció trágicamente por culpa de un paro cardíaco en el Tour de 1967. Fue debido la deshidratación y el calor, agravado por el uso de anfetaminas. Ya en la historia reciente una imagen dio la vuelta al mundo: el líder Chris Froome, corriendo a pie sin su bicicleta, que había quedado averiada tras un choque con un motorista de la organización. Anteriormente, Juanma Gárate ganó esa etapa en 2009. Y siguiendo con los españoles, mención especial para Iban Mayo, que en la cronoescalada de la Dauphiné 2004, logró el mejor registro de ascensión a Mont Ventoux: es el único ciclista de la historia que lo ha subido a más de 23 km/h de media.
Galibier (2.645): El Gigante de los Alpes
Con 2.645 metros es el puerto más alto de todos los que han sido final de etapa. Sin embargo, el punto más alto que ha alcanzado la carrera francesa ha sido el Col de la Bonette, con 2.802 metros. No hay ningún puerto del Tour que tenga un coeficiente de dureza similar, siempre incluyendo al Col du Télegraphe, que es una extensión del puerto de 12,2 kilómetros que llevan al inicio propiamente dicho del Galibier, Juntos forman este super-puerto con un desnivel acumulado de 2.100 metros.
Se ascendió por primera vez en 1911. Y Emile Goerget fue el primero en conquistarlo con una bici que pesaba 14 kilos y un desarrollo 46×21. Tardó la friolera de 2 horas y 38 minutos. 100 años después el Tour celebró la efeméride con dos etapas que incluían a este coloso alpino. Primero como final de etapa por primera vez y después con otra dura jornada que tuvo como protagonista a Alberto Contador, con un osado ataque lejano que solo sirvió para destrozar al líder Voeckler. Mucho antes, no obstante (4 de julio de 1952), una imagen subiendo el Galibier había conmovido a los aficionados. Los eternos rivales Coppi y Bartali se pasan una botella de agua en un gesto de fair play mientras pelean por el liderato del Tour
Aubisque (1.710): El eco del grito “¡Asesinos!”
Como el Tourmalet, también se subió por primera vez en 1910. Una anécdota permanecerá para siempre. Octave Lapize exclamó a grito pelado “¡Asesinos!» al rebasar al coche de la organización en la cima del Aubisque. La dureza de la primera etapa pirenaica en la historia de la prueba tuvo la culpa. Lapize dijo incluso que abandonaría en el descenso. Había pasado segundo por detrás del desconocido François Lafourcade, al que los organizadores ni siquiera habían reconocido. En el descenso recuperó fuerzas e incluso superó a Lafourcade, para ganar la etapa y el Tour.
Junto a Aspin y Tourmalet, es el puerto que más veces se ha ascendido en la historia del Tour. Son 17 kilómetros con rampas que alcanzan el 13% en un par de ocasiones por su vertiente más conocida. En la cima es obligatorio hacerse una foto con las tres bicis gigantes, pintadas con los maillots amarillo, verde y a topos. El histórico Bottecchia (1923, 1924 y 1925) pasó primero tres años seguidos, pero el récord absoluto lo tiene nuestro Federico Martín Bahamontes en cuatro ocasiones. El malogrado Javier Ochoa lo coronó primero en 2000 y ganó en solitario, de forma brillante, en Hautacam. Como curiosidad, fue final de etapa 14 de la Vuelta España 2016.